EL
MUNDO
21
mayo 2016
Angeles López
Maria Blasco y Mónica Salomone comparten
horas de vuelo en torno a
Además
de sus años de profesión, las dos tienen arraigada la base de ambas
profesiones: la curiosidad, que es el hilo conductor de un libro apasionante, ‘Morir
joven, a los 140’ (Paidós), en el que hacen un
recorrido por los misterios biológicos del envejecimiento y los retos sociales
de la vejez.
Maria (sin tilde, por ser
alicantina) se siente cómoda en una conversación con dos periodistas, algo que
no suele ser habitual entre científicos. El mérito no es de quien escribe este
artículo sino de Mónica, una periodista a la que conoce desde hace años y
admira por su rigor y buen hacer. Porque la investigadora antes que científica
deseó ser periodista, precisamente por la curiosidad que le generaba el ser
humano, deseo que redirigió hacia la Biología, para el bien de la ciencia,
disciplina, que le ha llevado a la dirección del Centro Nacional de
Investigaciones Oncológicas (CNIO).
Entre las dos han intentado
contestar a preguntas que tal vez todos nos hemos planteado en algún momento:
¿podemos frenar el reloj biológico? ¿Qué parte de nuestra biología nos confiere
vivir más que otros animales? Y en el reto de dar respuesta a éstas y otras
muchas cuestiones, han ido desgranando la aportación que los científicos han
hecho en esta área del saber en la que múltiples disciplinas confluyen. Una de
ellas es la Paleoantropología, con la que han
intentado explicar las diferencias en longevidad entre las especies. De la mano
de Juan Luis Arsuaga,
director del Centro Mixto UCM-ISCIII de Evolución y Comportamiento Humanos, las
autoras del libro llegan a la siguiente respuesta: «desde el punto de vista
evolutivo, los tiempos de vida de cada especie son un misterio. Y, además, un
misterio sin visos de ser resuelto». Algo en lo que coincide José Luis Sanz, experto en dinosaurios de la Universidad
Autónoma de Madrid, «en la evolución no hay reglas. O mejor dicho, sí las hay
pero son demasiado complejas para que lleguemos a entenderlas hasta el punto de
predecir la longevidad de una determinada especie».
¿Y qué es lo que subyace a
la longevidad humana? ¿Por qué los años van unidos a la aparición de ciertas
enfermedades? ¿Es irremediable enfermar en la vejez? Maria Blasco se muestra
muy optimista en el futuro y está convencida de que la ciencia aportará
soluciones a ciertos problemas que hoy en día cuestionan la sostenibilidad
de muchas familias y de la sociedad. «Es que no hay una barrera biológica para
seguir cumpliendo años porque no hay genes terminator
sino lo contrario, no estamos programados para envejecer. Creo que es una
liberación del ser humano». Como ella James Vaupel,
fundador del Instituto Max Planck
para la Investigación Demográfica, se muestra convencido de la capacidad del
ser humano para superar ciertas barreras como la duración de la vida: «la
extendida idea de que no se puede hacer nada contra los efectos del retraso del
envejecimiento está, simplemente, del todo equivocada», decía en una entrevista
publicada hace pocos años por The Lancet.
Aunque cada vez vivimos
más, también es cierto que es mayor el número de personas que sufren problemas
asociados a los años como son el cáncer o el alzheimer.
Encontrar el nexo biológico que une la edad con estas enfermedades es uno de
los propósitos de muchos grupos científicos y, al mismo tiempo, hallar una
solución a lo que hoy se consideran los males irremediables de la vejez. Blasco
explica que lo que se ha demostrado con diferentes investigaciones es que
ciertas enfermedades tienen un origen común que es el envejecimiento. «Lo
siguiente es ver si logramos retrasar molecularmente el envejecimiento y con
ello no una sino todas las enfermedades a la vez». Ella lleva 20 años en esa
búsqueda con el estudio de los telómeros, la parte
final de los cromosomas, y la telomerasa, una enzima
que interviene en su longitud que está vinculada con la longevidad. «Ahora
estamos [su grupo del CNIO] estudiando distintas estrategias para actuar sobre
los telómeros en ratones y ver si podemos intervenir
en ciertas enfermedades como las neurodegenerativas.
Los datos apuntan a que sí».
Pero mientras estas
estrategias confirman su eficacia en humanos, para lo que faltan unos cuantos
años, ¿qué dice la medicina y la ciencia sobre las herramientas que tenemos
ahora a nuestro alcance? Como recoge el libro de Blasco y Salomone,
algunos científicos relevantes han dado su receta para llegar a la vejez con
salud. Cynthia Kenyon,
descubridora del vínculo entre la ruta molecular de la insulina y la longevidad
del gusano C. elegans, apunta el consejo de
mantenerse lejos de los dulces para evitar los picos de glucosa. Por su parte,
Elizabeth Blackburn recomienda dormir bien, hacer
ejercicio y tener una vida social rica. Y, concretando un poco más, parece ser
que la dieta mediterránea conlleva un riesgo menor de problemas
cardiovasculares y un efecto positivo en los telómeros
y que «el ejercicio conviene hacerlo cuanto antes mejor, eligiendo uno que
guste, que te enganche», aconseja en el libro José Viña, catedrático de
Fisiología de la Universidad de Valencia. Quizás no se nos debe pasar por alto
un apunte que hace Salomone en el libro citando un
estudio publicado en 2015 en el que se revela que los adultos europeos con un
mayor nivel educativo envejecen igual en todos los países; en cambio, los menos
formados envejecen de forma muy distinta. «Leer da vida, también en sentido
literal».
El proceso de elaboración
de este libro, que ha durado casi un año, le ha permitido a Salomone
«volver a plantearme preguntas de mi infancia como la de por qué hay que
morirse y, al buscar una respuesta salieron cosas muy interesantes». Maria
reconoce que el libro le ha despertado la imaginación, «me ha hecho pensar. Me
ha gustado mucho».